En el emblemático barrio de Tepito, en la Ciudad de México, un peculiar culto ha ido ganando adeptos y curiosidad tanto entre los locales como en redes sociales. Se trata de la veneración hacia el “angelito negro”, una figura que representa a Lucifer, el ángel caído según la tradición judeocristiana, y que ha encontrado un espacio particular de culto entre las calles de este conocido sector de la capital mexicana.
Desde hace tres años, cada 1 de noviembre, coincidiendo con las celebraciones del Día de Muertos, la calle Carpintería de la colonia Morelos se convierte en el epicentro de esta devoción. El altar dedicado al “angelito negro” se erige en las proximidades del templo de la Santa Muerte, otro culto de gran arraigo en el área, y muestra una estatua de Lucifer de color negro, adornada con pentagramas, cruces invertidas y veladoras.
OTRO ALTAR AL DIABLO… AHORA CHARRO
Con botas, traje, sombrero, cervezas…
Así estaban este par de diablos en el refugio de unos traficantes en Aragón, @TuAlcaldiaGAM
Había coca, mota, básculas, una prensa…
Todo fue hallado y asegurado por la @SSC_CDMX pic.twitter.com/a7XTp9S91e— Carlos Jiménez (@c4jimenez) March 9, 2024
La misa en honor al “angelito negro” se celebra el primer viernes de cada mes, atrayendo a una creciente comunidad de fieles que encuentran en este culto un refugio espiritual. Alexis, un joven de 27 años encargado de cuidar el altar, compartió con EFE su devoción personal hacia esta figura, iniciada en un momento de desesperación cuando su madre enfrentaba el cáncer.
El culto a esta representación oscura no se limita a Tepito; en Pachuca, Hidalgo, se encuentra el santuario del Palacio Negro de Luz Bella de la Oscuridad, donde además de las misas, se realizan rituales que incluyen prácticas como marcar a los participantes. Estos rituales congregan elementos variados como comida, bebida, dinero y ofrendas de carne, creando una atmósfera única en torno a la devoción.
El interés por el “angelito negro” continúa en ascenso, impulsado por la presencia de grupos en redes sociales que invitan a unirse a esta novedosa forma de religiosidad. Este fenómeno subraya la complejidad y diversidad del tejido espiritual en México, donde conviven en paralelo la tradición y la innovación en las expresiones de fe.